Me quedo dormida, sueño con la arena mojada debajo de mis pies, mis huellas quedan marcadas hasta el momento de que una ola egoísta decida borrarlas.
El sol siempre fue el mismo, yo no.
Los paradores de las playas siempre fueron alegres que yo recuerde, con casas bajas o edificios que roban el sol a las cuatro de la tarde.
No sé si las cosas cambiaron tanto, si los corazones laten se sigue viviendo, aunque duele, aunque corran lagrimas y sangre.
Cada día es una nueva vida, una nueva posibilidad, escarbar, buscar, encontrar, no sirve, lo tiro, pero al menos busqué.
Tomar pasos es fácil, quedarse quieto, no.
Tengo que elegir algo para irme a un supuesto lugar ideal, que por momento me obligo a dudar de su existencia.
El auto que tenía mi padre era usado, pero, sin embargo pasamos buenos momentos en él, yendo de un lugar a otro, viajando.
Si cierro los ojos y hago fuerza, puedo recordar situaciones agradables, como las casas camino al centro, parecían de otro lugar
El que gritaba "churros" a las seis y te despertaba del sueño profundo, no de boliche de horas de películas y series en la televisión y en menor medida novelas y cuentos infantiles.
Hacer pozos en la arena, tomar un licuado, caminar hasta no tener pies, eso era las vacaciones de antes.
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